La cocina mexicana es tema frecuente en Cocina Muy Fácil, y es que en casa, nos enorgullece nuestra cocina. La receta del día de hoy son unos chiles poblanos a la reina, una receta con tan sólo 4 ingredientes principales, donde lo más difícil es asar, pelar y desvenar los chiles.
Desde luego, quien quiera hacer aún más sencilla la preparación, puede optar por comprar las rajas de chile poblano congeladas que encontramos fácilmente en los supermercados. En lo personal, prefiero prepararlas en casa, puesto que a mi parecer, los chiles poblanos congelados tienen un sabor un tanto dulce que no me apetece.
La primera vez que prepare estos chiles poblanos a la reina fue también la primera vez que hice un baño María en el horno. Para hacerlo, usé un refractario rectangular grande, en el que entrara uno cuadrado en el que puse la preparación. Importante, que cuando hagamos un baño María en el horno, coloquemos en la bandeja que contendrá el agua una tela en el centro, misma que evitará que el recipiente que coloquemos encima se mueva al hervir el agua. Igual de importante, colocar el recipiente pequeño antes de llenar, a la mitad, con agua caliente el más grande.
- 8 chiles poblanos
- 150 gramos de queso chihuahua rallado
- 2 huevos
- 350 ml de leche evaporada
- Sal y pimienta
- Precalentamos el horno a 180ºC y untamos con mantequilla un molde refractario.
- Nuestro primer paso será tatemar los chiles. Para ello, los asamos en un comal, los metemos en una bolsa de plástico a que suden para luego retirarles la piel, las venas y las semillas. Los cortamos en rajas finas.
- Acomodamos en el molde, en capas, el queso chihuahua rallado y las rajas de chile poblano.
- En un tazón, mezclamos los huevos con la leche evapora y los sazonamos con sal y pimienta al gusto.
- Vaciamos la mezcla de huevo en el molde y lo cubrimos con papel aluminio. Colocamos el molde, a baño María, en el horno y permitimos la cocción durante 25 minutos hasta que cuaje.
Los chiles poblanos a la reina son ideales para servir en el desayuno o en la cena, y ¿por qué no? como guarnición de algún platillo mexicano. Hay que servirlos calientes, para disfrutar de su singular textura jugosa y tierna.
¡Buen provecho!
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